Federico L. Baggini
"En espera de esperar tropecé con 
lo inesperado: 
un adiós sin querer, 
 la piel  de una mariposa 
revoloteando en mi vientre."

Federico L. Baggini
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Fragmentos de "Qualia"
​

Aire libre
  
Un asomo,
cómo no asomado,
para que el desembarco no realce
lo adecuado
Un asomo,
tal vez desenredando las cruces
hundidas
en el periodo de las manos
Sin descender la frente,
Sin marchitar la fascinación,
Hay quien improvisa una fe,
Luego se persigue,
Luego se profesa.

Hay pasamanos,
aunque nos hallemos
mutilados.
Muerte,
aun en el llanto de la vida.
Las sangres,
todavía calientes,
hacen el olvido.
En cambio no,
y no:
los cuerpos del cadáver
hacen el amor.

Los elencos del discurso
Sus torsos animales,
Permanecen, prevalecen
la moratoria.
Solo debe bastar un gemido
un crujido
el desastre de la carne,
Entre tanta tarde,
Al borde de lo copioso,
Duerme aquel que yace
yace aquel que duerme.
 
 
  
Al rojo vivo
  
Nacer sin encontrarse
el hueso se escabulle,
entelequia o disparidad
pragmatismo o paradigma
cuando la ternura acaricia
la mano
a tientas, entra lo descalzo
y lo menudo (es la misma cosa)
Antojos del suelo
se estremece el baile
de transparencias
reposa aún el caos en pedazos
apenas un suspiro que ultima
la semejanza
y la espuma se apaga
y la espuma se derrumba
Acaso la humedad
como color del vacío,
se atenúa el lugar de las pupilas
solo tan solo
el polvo es aquello
que no se puede corromper.
 
 
 
Amanecernos
 
La tierra se rasca con fuerza
entre la primera voluntad
de la última raíz
se apresura el grito espeso
la lengua tose un viento
que se entierra en las uñas

y la ternura se comienza
a rascar
renguea unos pasos
hasta donde estoy
la infancia se transpira
cada noche en el contorno
de los entornos
antes de los cuerpos
empacados en el cielo
o en el suelo
Ni siquiera el horizonte

Cerrado el fuego de un
fuego
saliendo de otro fuego
falange de agua que
esboza sombras
mientras, unas tras otras
las mejillas se deshacen
y los astros rotos
por donde brota
el movimiento

La pura entraña
el puro descuido
como gatillazo donde
ahora te acostas a dormir
rodeada de nidos
donde se comprenden
las hojas de sal
que crecen desde las estrías

Decrepita la pupila de por ahí
llena de atardeceres
el dolor se arrastra
junto al despojo
y es mejor hacer silencio
un silencio así
próspero en discernimiento
y soledades
callarse la boca
antes de decir cualquier estrella
de la que podamos arrepentirnos.

 
 
Anda la tierra
 
Hay una voz reseca
como de granel
luego
un decir resquebrajado

Una revuelta de llaves
Tres sorbos
Algunas relecturas
ese oxido.

El hundido labio
escoge su parte y confiesa
nos confiesa el todo por el todo
como si nada.

Entonces un tendido mutismo
Quienes redactan
Quienes

pero a pocos importa esto
entra por aquí y sale por allá

se debate
se hace mayoría
se pasea en cigarrillos
en una libertad tumbada
se estrena lo irrelevante.

Sin previo aviso alguien
anuncia el mandato
Aquellos, gimen.
Otros, se relamen: “Ni por asomo”
Y estos realzan la voz: “¿Para qué?”

Los remaches se enquistan
la podrida calma,
Sin embargo se está así
acostados y en el empacho

Una modestia enana
me estremece
y parcamente corroboro que
estoy hablando de mí.
 
 
 
Aprontarse

Nada puede decirse de las espaldas,
Las revueltas, desnudas,
Apoyadas las manos,
Ancha la sangre un poco más allá.

Cerca del pie, otro pie.
El anterior precipicio tendido,
Vertido lo sólido, trémulo,
Ya se hubiera dado eso cuajado.

Por ese entonces orinan las palabras,
Alguna vez se suda el destierro,
La ceniza resignada ya, se resigna;
Tantos otros lugares contra el reverdecer.

Las plumas no regresan por sus carnes,
Las carnes no vuelven por sus huesos,
Los huesos no son una probabilidad,
La muerte tal vez, quién sabe, lo sea.

Hacia arriba un puente,
y unos cuantos rostros,
Ciénaga, una tibieza en los contornos,
Se enredan las cegueras entre el vacío.

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