Federico L. Baggini
"En espera de esperar tropecé con 
lo inesperado: 
un adiós sin querer, 
 la piel  de una mariposa 
revoloteando en mi vientre."

Federico L. Baggini
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Fragmentos de
"Agonías"


Crónica de una despedida

Para Maria Julia
 
 Un día despertás. Mirás la hora. Te sentás. Bostezás. Te quejás.  Volvés a bostezar. Te estirás. Rezongás. Caminás lento. Te mirás. Te lavás. Te volvés a mirar. Suspirás. Empezás de nuevo a caminar. Te volvés a estirar. Te sentás. Desayunás. Te levantás. Caminás. Te empezás a vestir. Dudás. Optás. Elegís. Te probás. Decidís. Terminás de vestirte. Te preparás. Te peinás. Algo te olvidás. Pensás. Te convencés. Al fin salís. Cerrás. Corroborás como cerrás. Te vás. Bajás. Abrís. Te colocás el auricular. Bailas tu placer. Caminás. Escuchás. Llegás y pagás. Esperás. Te subís. Te quedas parada o sentada. Viajás. Te bajás. Volves a caminar. Mirás. Observás. Pensás. Y pensás. Te compadecés. Te enojás. Esperas para pasar. Te miran. No los miras. Llegas. Llamas. Esperas de nuevo a que venga. Te subís otra vez. Marcas. Viajas. Te bajas una vez más. Sacas la tarjeta. Pasas. Seguís caminando. Todo del mismo color. Todo en la misma posición. Todo permanece igual. Al cruzar, a veces te saludan. Los saludas. Otras veces llegas sin sortear. Te quitas los auriculares. La agridulce atrocidad. Te vuelven a saludar. Les devolves el saludo. Acomodas tus cosas: la mochila a un costado, cartera a la vista y el abrigo en el respaldo. Te sentas. Abrís. Empiezan a preguntar y nunca se detendrán. Te indagan: ¿cómo estás? Respondes bien, sino puede molestar. Formalidad, formalizas. Te concentras, lo intentas. Te fatigas, recién comenzás. Cuando listo esta, no estas. Te colmas. Arriban interrogantes, libres de paracaídas. Expresiones se repiten hasta el hartazgo. Recordas. Recobras. Recolectas. Miras. Lees. Cliqueas. Transferís. Recibís. Envías. Archivas. Cargas. Pasas. Reclamas. Atendes. Escuchas. Te agitas. Hablas. Cortas. Marcas. Hablas. Escuchas. Agradeces. Saludas. Cortas. Gritas. Te enojas. Te reís (a veces). Te paras, medís, elegís, te sentas. Comes. Resistís. Te levantas. Te vas. Fumas. Te calmas, te afligís, te recuperas. Volvés. Permaneces, imitación fiel. Te confesas, aconsejas. Repudias. Te indignas. Confías. Te perturbas. Perduras. Reconoces. Pretendes y exigís a medias. Entras de día, salís de noche. Suspiras otra vez. Quizás antes también hayas vuelto a suspirar. Te acomplejas. Termina, terminas. Cerras, guardas. Te preparas y caminas. Bajas. Salís. Fumas. Intentas olvidar. Regresas. Hogar. Volves a viajar. Te inmovilizan, te apretujan. No escuchas. Llegas. Te cocinas. Te distendes. Apaciguas. Pitas a veces, juzgas a veces, lees a veces. Descansas. Verificas, comprobas, te preocupas, te impacientas, te entregas, te resignas. Te dormís, te esfumas. Despertas soñando, no sentís.
Otro día seguís. No frenas. Te impulsan, te impiden trepidar. Te aferras al porvenir. Existen días iguales, invariables. Confeccionas otros dispares, destacables, distinguibles, relevantes por lo diferente o irrelevante. Te ahuyentas, pensas y sonreís. Te regodeas. Te embellecen los gestos. Levitas sin moverte. Te revolcas con ellos, jugas. Te indignas discretamente, sin que lo adviertan. Te esmeras, podes cambiar, algo podes cambiar. Te empeñas. Sus presencias componen tu Ser. Los educas, te educan. Los regañas, te regañan. Los queres, te quieren. Te enlazan a su esperanza húmeda. Te divertís, te realzas. Hay mucho más. Te acercas, te conmueven, vos los podes cobijar.
Quizá no lo aceptes, quizá lo sepas, tal vez asumas, vulneres, reviertas, añores, enfrentes, confrontes, luches. Doy tu ejemplo, deliberada o indelibera-damente, como analogía del obrar, del proceder, del priorizar, del palpitar, del provocar, del mortal inmortal.
Naciste. Creciste. Jugaste. Estudiaste. Bailaste. Soñaste. Trabajaste. Prosperaste. Amaste. Perdiste. Reconfor-taste. Caíste. Insististe. Abandonaste. Renaciste. Conti-nuaste. No te impediste. Viviste, vivís y vivirás.
La fábula gesta la moraleja. Aquí la mía: tal vez si, o no, pero gracias, con vos el mundo no tuvo tanta mala suerte.

Relato sonoro de un evento fatídico
​

No sé cómo explicarte, es complicado sino lo viviste.
Llegamos a eso de las once, un ratito antes del mediodía. El aire era distinto, como si se amigara con los pulmones, no te daba ni ganas de prender un pucho. ¡Y lo más llamativo era ver el horizonte, clarito clarito, vos vieras, parecía un cuadro de uno de esos pintores raros que te gustan a vos!                    !
Yo ya estaba en otra, me sentía extraño entre tanto pasto, uno no está acostumbrado a esas cosas, y mucho menos cuando alrededor tenías el hiiiiiiiii de un caballo, el quiquiriqui de un gallo, el miauuu de un gato… ¿cómo te vas a olvidar de semejante espectá-culo? Y seguía el desfile: la oveja hacia beeee, la vaca mugía, los perros ladraban, y ni te digo la cantidad de animales que se me habrán pasado por alto.
Pero lo más curioso fue la orquesta, una cosa de locos, para chuparse los dedos. Los tipos paraditos ahí, de punta en blanco, sin parpadear casi, parecían granaderos. Y cuando se hizo un silencio, arrancó el del trombón: tiroriro tiroriro; después vino el talan talan de las campanas; el tuturutu de las cornetas o como sea que se llamen esos cacharros, hasta que aparecieron con bombos y platillos los bombos y platillos: Tantaratan, tan tan, chasssss; y bueno, te imaginaras lo que sigue, no me quiero poner pesado.                    .
Al poquito tiempo que terminó la orquesta, empezó la joda. ¡Bum! ¡Pum! ¡Cataplum! Se nos frunció un poquito a todos cuando escuchamos los primeros fuegos artifi-ciales, pero ver eso en el cielo… que se yo, es difícil de describir con palabras (y ni hablemos de la guita que se habrán gastado, tiraron la casa por la ventana).
Y así, como quien no quiere la cosa, nos hicieron pasar a las mesas. Vos vieras, puro lujo, vino importado, manteles de seda, en fin, esas cosas. Los mozos empezaron a entrar con bandejas. Repartían platos por aquí y por allá, uno para los adultos, y otro para los pibes… te digo que a mí me hubiera gustado comer el morfi de los pibes, pero no me dio la cara.                      .
Lo que sigue parecía sacado de película: el chiquichaque de las bocas masticando; el crac de una silla a punto de romperse; el shhhh de los padres a los nenes cuando gritaban y correteaban por ahí; el tin tin del brindis; hasta que ¡pum!, se rompe la silla, y ¡paf!, el abuelo cae doblado al piso.                                  .
Nadie sabe muy bien qué le pasó, y hasta ahora no tenemos noticias del viejo, pero tiene que haber sido algo grave para que nos echaran del campo así como nos echaron. Qué se yo, fue lindo mientras duro, aunque no te lo niego: me quede con las ganas de la mesa dulce.



A los oídos de quien suscriba
​

Heme quien teme.

Un antes distante.
Cuando la primera era.
Como la vida ida.
Entonces dura la mordedura.
Y me acoso impiadoso.

El revuelo del vuelo.
Cuando convence el que vence.
Como demanda el que anda.
Entonces el ir del porvenir.
Y los ecos secos.

Un antes errante.
Cuando el arte de la parte.
Como sigue el que consigue.
Entonces mira el que admira.
Y convenga el que venga.

El pedir sin impedir.
Cuando se fragua el agua.
Como el insolente valiente.
Entonces arde el cobarde.
Y el sagrado agrado.


El prestado estado.
Cuando se entierra la tierra.
Como se posa la mariposa.
Entonces acata el que ata.
Y el consuelo del suelo.

El que tira y se retira.
Cuando la vana caravana.
Como crecen las creces.
Entonces la condición de la intuición.
Y el desvestir del latir.




​Ega


​Reversión imperceptible,
improbable y voluble
del cuento “Sexa”, de
Luis Fernando Verissimo
 
 
–Mamá...
–¿Hummm?
–¿Cómo es el femenino de ego?
–¿Qué?
–El femenino de ego.
–No tiene.
–¿Ego no tiene femenino?
–No.
–¿Sólo hay ego masculino?
–Sí. Es decir, no. Existen dos egos. Masculino y femenino.
–¿Y cómo es el femenino de ego?
–No tiene femenino. Ego es siempre masculino.
–Pero vos mismo dijiste que hay ego masculino y femenino.
–El ego puede ser masculino o femenino. La palabra “ego" es masculina. El ego masculino, el ego femenino.
–¿No debería ser "la ega"?
–No.
–¿Por qué no?
–¡Porque no! Disculpá. Porque no. "Ego" es siempre masculino.
–¿El ego de la mujer es masculino?
–Sí. ¡No! El ego de la mujer es femenino.
–Y ¿cómo es el femenino?
– Ego también. Igual al del varón.
–¿El ego de la mujer es igual al del varón?
–Sí. Es decir... Mirá. Hay ego masculino y ego femenino, ¿no es cierto?
–Sí.
–Son dos cosas diferentes.
–Entonces, ¿cómo es el femenino de ego?
–Es igual al masculino.
–Pero, ¿no son diferentes?
–No. O, ¡sí! Pero la palabra es la misma. Cambia el ego, pero no cambia la palabra.
–Pero entonces no cambia el ego. Es siempre masculino.
–La palabra es masculina.
–No. "La palabra" es femenino. Si fuese masculino sería "el pal..."
–¡Basta! Andá a jugar.
El muchacho sale y el padre entra. La madre comenta:
–Tenemos que vigilar al pendejo...
–¿Por qué?
–Sólo piensa en gramática.
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