Federico L. Baggini
Mamá toma mis manos entre las suyas,
y con un hilo de voz, dice:
"Sos igual a tu papá,
​aunque todavía no nos abandonaste"
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Entropías

Imagen
""Entropías", editado de forma independiente durante el 2019, cuenta con la participación de los siguientes artistas:
​

- Foto de tapa y contratapa a cargo de Victoria Lupidi
- Diseño gráfico de tapa y contratapa: Pablo Mayora

- Texto incluido en la contratapa escrito por
Storck Maximiliano
- Prólogo por parte de Lucía Panno
​- Ilustraciones internas: Alejo Petriz


​Para poder adquirir ejemplares deberán ponerse en contacto directo con el autor a los siguientes medios:
E-mail: fedebaggini@hotmail.com 
Facebook: facebook.com/fede.baggini
Instagram: @fesdescritor
Cel: (011) 15-6742-4398


Prólogo

En el primer acercamiento que tuve a este libro, el autor me contó algo sobre su proceso creativo que voy a compartir ahora con los lectores, con su permiso, en plan confidencial. Este trabajo de escritura se desarrolló bajo un estricto plan: cada día debía escribirse un poema, durante todo un verano. Esa era la regla principal. Había otras reglas y restricciones, pero me interesa detenerme ahora en el verano (quién no quiere detenerse alguna vez en el verano). No se trata de un dato menor. Marcar en el calendario los límites de la escritura tiene algo de acto de magia: estamos cortando el tiempo. Volvemos tangible lo intangible, lo materializamos. Podríamos decir entonces que este libro no solo se escribió en un verano sino que además el libro es un verano. Una porción de la vida de alguien, hecha con capas de delicioso papel. Pero Entropías no “se trata” del verano. ¿Y de qué “se trata”? Los títulos de cada capítulo pueden darnos una pista, que nos llevará de nuevo al tiempo y al espacio, y veremos que continúa el trabajo con ellos en su dimensión material, pero de otra forma. Las coordenadas del mundo (palabras que lo delimitan) están invertidas, formando extrañas y misteriosas palabras nuevas, que a veces parecen ciudades, otras dioses, y otras palabras estalladas, como “recedrata o recedrama”: ¿una receta? ¿una serenata? ¿un estado de constante atardecer? Como sea, la palabra nos invita a na- 8 vegar adentro de sí misma. ¿Cuántas palabras caben adentro de una palabra? El procedimiento formal insiste, pero esta vez genera algo distinto, menos idílico, porque aquí nos damos cuenta de que podemos recortar la porción del mundo que vemos, pero las coordenadas que lo atraviesan de lado a lado vienen dadas. Entonces qué se puede hacer. Darlo vuelta. Dar vuelta todo. Las cosas. Como una media. Como cuando se vacía un bolso en busca de un objeto perdido, o como cuando antes de vaciar el bolso se lo agita para que haga ruido, eso: agitar las cosas de este mundo para que hagan ruido, agitar las palabras y que suenen, porque detrás de cada palabra siempre suena otra, y este libro lo sabe, este libro sabe de ecos. Este libro sabe de los ecos de las palabras, las que se dicen y las que no se dicen, las que “se aprende a callar”. Y todo lo que se calla tiene su eco en el cuerpo: hay mensajes, marcas, geometrías construidas a la fuerza que se intentan descifrar con minuciosidad en busca de algo más. No un premio ni un consuelo. No una retribución ni una indemnización, aunque dentro de cada palabra hagamos cuentas, aunque las agitemos, más para hacer música que para calcular su peso, porque finalmente descubriremos que “el sentido no se cobra, es siempre una deuda pendiente”. Buscar sentido y no encontrarlo puede ser una forma de encontrarse con el mundo. Una forma errática y por eso más verdadera. Encontrarse con el dolor “que no se admite”, con resplandores, ruinas y escombros, con huesos y ancestros, vecinos que hablan de la lluvia, con la infancia y la muerte (porque hay cosas que no debe- 9 rían tener correspondencia entre sí pero la tienen), con el barro como metáfora y como realidad cotidiana, con “almacenes huecos”, leches tibias y tostadas quemadas, con rabias y estampidas. Un elefante está perdido de su manada en uno de los primeros poemas. El planeta está deshabitado, y por momentos no se sabe si es el fin o el principio del mundo, si los animales saldrán del agua a poblar la tierra o se sumergirán en ella para volver al punto de partida. Tal vez este sea el escenario ideal para representar ese “algo más” que se busca en las palabras. Un paraíso pero gris, color elefante, color tierra seca. Un mundo sin palabras donde todo está por ser nombrado por primera vez.

Lucía Panno,  Marzo 2019

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